El mismo invierno se me hizo manta ardiente entre tus manos
y no resistí la tentación de quedarme cobijada en tu regazo.
Sudó de pronto mi conciencia ante lo tan concreto y claro.
Delegué de pronto la responsabilidada quien no tenía de sí mismo comando,
al más triste de los esclavos.
¿Quise ocultar mi deseo desenfrenado?
Quería hacerse oir con la voz más fuerte y clara lo hasta el momento tarareado.
Cómo llegó todo a eso, sólo Dios lo fué observando y fué el ínuco quien de antemano vió el futuro tan claro...
18-05-95
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on domingo, febrero 03, 2008
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Maribel
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